La preocupación por los cultivos y alimentos transgénicos es algo mundial y no exclusivo de China. Los avances en telecomunicaciones, inteligencia artificial, movilidad urbana… van a gran velocidad, no así la biotecnología que se topa, la mayor parte de las veces, con un muro prácticamente infranqueable, la regulación.
China ha dado un paso de gigante al aprobar, sin restricciones, la producción y comercialización de trigo transgénico destinado para el consumo humano. El país es un gran consumidor de trigo y soja, entre otros, teniendo que importar grandes cantidades de estos y otros cereales para satisfacer su enorme demanda interna. Para consumo animal importan soja y trigo transgénico pero deben importar y/o cultivar trigo no GMO para consumo humano.
Estas nuevas medidas se toman no sin polémica ya que Beijing no distingue entre la modificación de los genes de la propia planta o la introducción de genes exógenos, esto último con ciertos riesgos para la seguridad alimentaria. En ambos casos se busca lo mismo, más resistencia a enfermedades y plagas, adaptación a suelos pobres y a climas extremos y menor uso de herbicidas.
China con una población actual de más de 1.400 millones de personas se enfrenta a enormes desafíos para garantizar la alimentación de su cada vez mayor población humana. Esta decisión, en la que también se incluye la soja, abre la puerta a futuras regulaciones a favor de otros cultivos transgénicos como el maiz.
La nueva medida ha entrado en vigor el pasado 5 de mayo y tendrá una validez, prorrogable, de 5 años.