Bután para ser más concretos. Un país enclavado en la cordillera oriental del Himalaya y con gran tradición en el cultivo de frutas. El país tiene un 95% de su población trabajando en el sector agrario y su economía está basada casi en exclusiva a este sector primario. Y ahora sin antecedentes de ningún tipo y comenzando prácticamente de cero, comenzarán a plantarse viñedos para la elaboración de vino. Y tiene cierta lógica.
El cambio climático entre otras razones van a suponer una tormenta perfecta que podría acabar con el mundo del vino tal y como lo conocemos. Es una predicción bastante catastrofista pero si observamos las estadísticas actuales, la producción de uva destinada a vino se reduce en muchas regiones. Tras la llegada de China al mundo del vino y la explosión de plantaciones que esto supuso desde el año 2000 lo cierto es que hasta los chinos han dejado de plantar viñedos y actualmente la extensión a nivel mundial es de 7,3 millones de hectáreas (dato del 2022) un 3% menos que el año anterior. La culpa no es tanto de las condiciones climatológicas como de un descenso de consumo a nivel global pero existen otras amenazas que atenazan al sector.
Al ritmo actual de incremento de las temperaturas, para el año 2050 un 70% de las regiones vinícolas actuales podrían ser inadecuadas para el cultivo de la vid y el 90% de las plantaciones de viñedos situados en zonas costeras de España, Grecia e Italia podrían desaparecer.
Bután representa una gran oportunidad para el sector del vino. Para empezar es un país sin salida al mar por lo que no estaría expuesto a la temida crecida del nivel de las aguas. Es un país pequeño (apenas 36.000 km de extensión) pero con una diversidad de clima, suelos, flora y fauna sorprendente y muy favorecedora para esto del vino. El propio gobierno de Bután además estaría dispuesto a ceder gratuitamente terrenos para su cultivo comercial.
Desde 2019 ya existen viñedos experimentales en el país que certifican que esto es posible. Actualmente Bután posee poco más de 8 hectáreas de viñedos con una altura de hasta 2.800 metros sobre el nivel del mar y con una producción todavía anecdótica pero muy prometedora. Bhutan Wine Company es el nombre de la primera bodega de la región y ya cuentan con su primer vino, cosecha del 2023 elaborado con un coupage (mezcla) de seis variedades tintas y cuatro blancas etiquetado con el nombre de Ser Kem (regalo alcohólico para los dioses) en el idioma local. Y el próximo año verá la luz su segundo vino, un monovarietal de Chenin Blanc cosecha 2024.
Por primera vez desde hace 150 años (después de Nueva Zelanda) se ha creado una nueva región vinícola.