No vengo a hablarte de una nueva bebida carbonatada o de un ingrediente exótico con aplicaciones innovadoras en nuestro sector. Hoy me gustaría hablarte de tecnología. Una tecnología que todavía se encuentra en fase de investigación pero que está llamada a cambiar por completo el mundo de la alimentación y las bebidas tal y como lo conocemos. Las nanoburbujas o burbujas ultrafinas.

En el desarrollo de nuevos alimentos, bebidas e incluso cosméticos la fermentación es uno de los métodos más usuales y con resultados más prometedores. Ya sea una fermentación microbiana o de precisión se necesita oxígeno para lograr obtener un ingrediente con un uso práctico pero precisamente la presencia de oxígeno es también el «enemigo» de muchos de estos nuevos productos ya que ralentiza el proceso y en algunos casos alteran el proceso de los microorganismos necesarios para un resultado concreto.

¿Qué hacer entonces? ¿Cómo optimizar, acelerar e incluso mejorar los procesos de fermentación? con burbujas ultrafinas. Burbujas de tamaño nanométrico, no visibles a simple vista. Tan pequeñas que cabrían un billón de ellas dentro de una sola burbuja de champagne y que la startup biotecnológica Hydrosome Labs con base en Chicago – EEUU ha desarrollado.

Estas nanoburbujas (de 100 nanómetros de diámetro) flotan libremente en un líquido como el agua pero no suben a la superficie. Tienen carga eléctrica negativa y mejoran la transferencia de gases y nutrientes entre células dentro de un tanque de fermentación. Y ¿esto qué significa? según los ensayos de Hydrosome Labs, con el uso de estas burbujas se observan tasas de duplicación celular más rápidas, tiempos de fermentación más cortos y picos de biomasa mayores con el mismo sustrato.

Con esta nueva tecnología se abre un campo enorme en el desarrollo de bebidas y alimentos funcionales ya que permiten una mayor absorción de nutrientes como el colágeno y de electrolitos por parte de nuestro organismo. Reducción significativa, por no decir completa, de azúcar en estos productos. Estas nanoburbujas pueden «hincharse» con óxido nitroso, un gas de sabor dulce. Y mejoras en nuestro microbioma intestinal ya que favorecen la producción de ácidos grasos de cadena corta y reducción de componentes inflamatorios.