Te habrás fijado que en algunos de los productos que compras aparece en el envase un distintivo nuevo que indica el cumplimiento de ciertos criterios medioambientales que dicho producto sigue. No es obligatorio y no se debe confundir con el sello ECO o BIO.
Estas etiquetas informan sobre la huella de carbono, huella hídrica, agricultura regenerativa, pesca sostenible, etc. del producto en sí o de su proceso de extracción o producción entre otros. Tienen sentido y podrían a llegar a ser realmente útiles pero NO, realmente no es así.
Actualmente existen, tan sólo en Europa, más de 200 etiquetas medioambientales diferentes y aquí reside el primer problema. La no uniformidad del etiquetado. Segundo problema: el cliente final no la entiende. No sabe que expresa la etiqueta y no sabe diferenciar entre huella ambiental o evaluación del ciclo de vida y lo que es peor, NO SE LA CREE. Aunque la UE ha entrado de lleno en la cuestión regulando los claims de la industria y prohibiendo el greenwashing realmente no hay un consenso ni una obligatoriedad para la adopción de prácticas al respecto de este etiquetado.
El etiquetado es demasiado voluntario, todavía hay pocas certificaciones que den un marco de legalidad al asunto y lo más preocupante, las empresas compiten por tener la etiqueta con la mejor evaluación medioambiental basada en una filosofía comercial más que de compromiso en sí misma. El etiquetado ambiental tiene que ver cada vez más con la industria y menos con los consumidores.
Hay que olvidarse de las etiquetas y concentrarse en los datos reales. Yo no me creo la huella de carbono 0 o incluso negativa como promulgan algunos. Hacer públicos los datos reales de extracción, producción, envasado, almacenamiento, transporte… podrían ayudar al planeta, una etiqueta NO.