En el proceso de elaboración del aceite de oliva se generan subproductos. Uno de ellos es el llamado orujo de oliva, una mezcla de biomasa, agua y otros del cual todavía puede extraerse un aceite con propiedades muy interesantes y de gran utilidad. Tras esta extracción lo que queda es una masa que se oxida rápidamente y cuyo uso es incierto. Normalmente se trata como deshecho con apenas uso práctico.
Por tanto, ¿Qué hacer con estos deshechos? unos 40 millones de toneladas anuales, ni más ni menos, en España, Portugal, Italia y Grecia, los cuatro principales países productores de aceite de oliva. La solución puede estar en manos de una startup israelí, PhenOlives la cual ya ha encontrado uso para estos subproductos.
PhenOlives ha patentado una nueva tecnología sencilla de implantar en casi cualquier almazara con el fin de aprovechar y devolver al ciclo de producción ese orujo de oliva inutilizado. El proceso consiste en la separación mecánica y sin químicos de las semillas, pulpa y aguas negras de dicho orujo deteniendo además la temida oxidación. Una vez realizado esto, se tratan por separado los tres elementos que son destinados a diferentes usos.
La pulpa se seca y se muele con el fin de obtener una harina sin gluten. Esta harina es rica en fibra, baja en calorías y muy apropiada para la elaboración de productos horneados. Esta harina es competitiva al tener un precio similar a la harina de arroz, una actual alternativa en el mundo «sin gluten».
Las semillas también son secadas y destinadas a biomasa para la producción de energía y calor en calderas industriales o domésticas.
Las aguas residuales suponen un reto mayor aunque ya se han detectado nutrientes interesantes para el desarrollo de ingredientes y aditivos alimenticios para consumo humano.