Empecemos por definir qué es el café concentrado. Tranquilo, seré breve. Un café líquido obtenido mediante extracción en frío y que contiene eso, sólo café, sin azúcares, aditivos ni conservantes. Esto permite conservar, si se ha hecho bien, todos los aromas y le confiere un sabor puro, sin disfrazar.

Siendo el café, la bebida más consumida del planeta, un 25% se consume soluble, es decir, el de la cucharita en polvo donde añades agua o leche y listo. Un mercado enorme que produce unos $17.000 millones al año y que cuya evolución se prevé al alza de aquí al 2035.

El principal valor añadido de estos cafés solubles son su comodidad y NADA MÁS !!!, porque si te gusta el café prescindirás de este producto ya que no destaca precisamente por su calidad. Pues bien, es aquí donde el trono del soluble puede verse amenazado por un «nuevo» producto que es igual de cómodo y donde la calidad no está tan en entredicho. El café concentrado.

Esto del concentrado del café se vio por primera vez, de forma comercial en la década de los 60 aunque no fue hasta 2010 cuando la categoría despegó y comenzó a verse de forma algo más habitual. Actualmente con la oferta de bebidas RTD es muy fácil tener en casa café concentrado de diferentes calidades y de forma muy asequible.

Pero al lío que me despisto, las ventas de café concentrado en formato líquido no dejan de crecer (de media +20% en 2024 Vs. 2023) y tiene entre los más jóvenes, Millenials y Z´s como a sus principales clientes. La razón es casi únicamente la calidad. El café concentrado tiene menos acidez, tiene mejor sabor, es más aromático y contiene más cafeína que un café instantáneo.

Por contra no todo es de color de rosa. El consumo de este tipo de café debe hacerse casi al momento, se oxida con cierta rapidez. Su conservación exclusivamente debe realizarse en frío salvo que contemples la pasteurización como una opción o bien le añadas aditivos conservantes. Y aquí se abre el debate.