Los edulcorantes sustitutos del azúcar vuelven estar en el punto de mira de las autoridades sanitarias europeas y norteamericanas. Ahora le toca al aspartamo (E951) como hace unos pocos mese antes le tocó a la sacarina.

El aspartamo es un edulcorante artificial, hipocalórico (que aporta pocas calorías) y 200 veces más dulce que el azúcar. Se suele presentar en forma de polvo blanco o pequeñas grageas. Su uso está muy extendido ya que podemos encontrar aspartamo en gran cantidad de productos con la etiqueta «sin azúcar». Refrescos, postres, caramelos, chicles…

Actualmente su uso está aprobado por la UE desde 2006 y nuevamente evaluado y autorizado su uso en 2013. No obstante no son pocas las voces, también científicas, que abogan por la total prohibición de este edulcorante y sus derivados. La razón es su posible relación con patologías cardiovasculares así como algún tipo de cáncer.

Los estudios realizados hasta la fecha no son concluyentes pero nuevamente la EFSA en Europa, la FDF en UK y la FDA en EEUU están solicitando más informes tanto a fabricantes como entidades independientes para re evaluar de forma exhaustiva este aditivo.

Por el momento todo apunta a que tanto el aspartamo (E951) como el aspartamo-acesulfame (E962) y el neotame (E961) no serán prohibidos aunque será necesario el lanzamiento de una serie de advertencias sobre su consumo. Esto supondría un enorme alivio para la industria que lleva aguantando la respiración desde hace años ante el horizonte regulatorio que podría darse en contra de este aditivo. La sustitución total del aspartamo en productos alimenticios supondría un coste económico enorme y una revolución sin precedentes en los alimentos y bebidas sin azúcar.