Aún en plena «resaca» por la noticia de la adquisición de Poppi por parte de PepsiCo vemos como se alza, de forma imparable, una nueva categoría de bebidas. Bebidas funcionales, con ingredientes que supuestamente contribuyen a nuestra salud física/mental y a nuestro bienestar. Pero ¿todo vale?

Si hace unos meses hablaba en mis canales (RRSS y podcast) sobre el atributo rey, el sabor, hoy esta frontera aunque parezca difusa, está mas presente que nunca. ¿Renunciarías al sabor por la funcionalidad y viceversa? Todo apunta a que la funcionalidad en alimentos y especialmente en bebidas dejará de ser una tendencia para asentarse de forma real y sólida en este año 2025. Los consumidores buscamos productos acordes a nuestra forma de vida (deporte, tiempo libre, ocio…) y cuanto más joven es este consumidor, más claro lo tiene.

Prebióticos, probióticos, electrolitos, adaptógenos, nootrópicos… comenzarán desde ya a ser palabras a incorporar a nuestro vocabulario y ya los hemos comenzado a buscar entre la enorme oferta que hoy en día tenemos. Y no sólo buscamos productos para calmar nuestra sed o hambre también queremos que nos aporte algún tipo de beneficio asociado. Ya lo hemos empezado a ver con los proteicos. Pocas son las categorías de producto que no han sido «bendecidos» con el don de la proteína. En este caso un beneficio físico: adelgazar o por el contrario ganar músculo.

Ahora bien, no debemos perder de vista el principal atributo por el cual nuestro cliente va a repetir, va a seguir adquiriendo nuestro producto. EL SABOR. Si no sabe bien, algo que parece obvio, no fidelizaremos. Un claro ejemplo es el de las cetonas, una sustancia muy demandada por deportistas y que se puede encontrar en forma de suplementos. ¿Funcional? muchísimo, ¿sabor? horrible. Ídem con la creatina.

El sabor es y seguirá siendo lo más importante en la formulación de cualquier nueva bebida/alimento.